Si una novela comienza con Conrad, dice mucho de ella. Y si la novela bebe de Fitzgerald y de Faulkner, dice aún más.
La crítica, o la editorial, definió El Asedio(Alfaguara, 2010) como el novelón de Pérez-Reverte. Nada más lejos de la realidad.No estaban al tanto de lo que el autor tenía entre manos. En El tango de la Guardia Vieja encontramos todos los elementos de Reverteland. Y no sólo que sus dos protagonistas, Max y Mecha, tengan dentro de sí mismos todas las características de los personajes revertianos. También miradas y héroes cansados, actitudes y comportamientos ante la vida, la dignidad final, la asunción de las reglas, el iceberg, el Titanic, la biblioteca que arde, el refugio, la trinchera, el libro, la botella de Vranac junto a los amigos, etc
En El tango de la Guardia Vieja hay una apuesta, dos músicos. Un tango frente a un bolero. Troeye se enfrenta a Ravel por componer la melodía más bella del mundo. Troeye parte con ventaja. Junto a él, la mirada miel de Mecha, su mujer. Un matrimonio culto, refinado, elegante, joven, vistoso y admirado. La élite. Se embarcan hacia Buenos Aires. En el Cap Polonio trabaja Max, el bailarín profesional, el encandilador de mujeres, el rufián encantador, el seductor, el casanova, el embaucador, tramposo, pillo, ladrón, gigoló.
Pronto Max se fija en Mecha. Y saltan las chispas. Y entre una Honeybee y la siguiente ella se deja llevar, parece ser, por el tango de Max. Se dejan ver en la sala de palmeras, bailando, bajo la mirada escrutadora de Armando, que no pierde un momento y al que no le tiembla la voz ni un ápice cuando Mecha le confiesa que se está enamorando del rufián encantador.
Buenos Aires, arrabales, bajos fondos. Un viaje simbólico a lo más oscuro, de la ciudad, de la mente, del alma. Les acompaña una bailarina polaca y ya millones de lectores que, extasiados ante las varias escenas de sexo a varias bandas, asumen la turbiedad que hay en cada mujer.
Pasan los años y sin despedirse en tierra argentina, Mecha y Max vuelven a encontrarse en Niza. Por motivos distintos, ambos se ven enfrascados en una trama de espionaje. Redacción ágil. Conversaciones rápidas. Escenarios en tecnicolor. Vuelven a encontrarse. Y con ellos sigue expectante a su lado, la sombra de Max, su pasado y presente. Y ella, con su sombra, continua trazando en torno a él, ese baile silencioso pero agitado. Geometría y sexo.
Años después en Sorrento, ya sin sombra, Max, el hombre. Vuelve los ojos al pasado tratando de ver en ella el ayer: lo que fue él, ella.O ambos.
¿Qué fueron? ¿Se amaron? ¿Pudieron hacerlo? ¿Cómo se ven en los ojos del otro? ¿Acaso puede uno mirar el pasado con los ojos del presente?
La mujer que teje en torno al hombre una telaraña de rincones turbios, de ámbitos oscuros. Mecha teje en esta novela una telaraña de emociones, al servicio de un escritor inspirado que decide sembrar pequeños granos... en torno al lector, para que este vea crecer entre las líneas de la novela, un mundo burgués, unas pasiones mundanas, un preciosismo descriptivo, unas maneras "muy de antes", perfumes, cadencias, momentos, música, olores, fotografía, gestos, actitudes,... Y a la manera de Faulkner, la trama se entrelaza, los tiempos se solapan uno tras otro de un modo sutil, coherente, preciso y ordenado. Sin brusquedad. Con elegancia.
Un consejo, guarden sus emociones a buen recaudo antes de leer esta novela. Dice el autor que ha aprendido a reventar cajas fuertes. Guárdenlas a buen recaudo. Se le da bien. Lo de emocionarnos, digo. Lo hace con unas páginas finales ante las que es imposible cualquier tipo de guardia. Pocas últimas páginas han hecho humedecerse los ojos de una servidora. Solo dos. Uno es considerado una leyenda. El otro está camino de serlo. Pérez-Reverte despide el año del fin del mundo con la novela más crepuscular de entre todas las suyas. El racconto sutil de una decadencia. De la decadencia del héroe. Del hombre.
Tras esto, solo el genio sabe lo que nos aguarda en la próxima.
La crítica, o la editorial, definió El Asedio(Alfaguara, 2010) como el novelón de Pérez-Reverte. Nada más lejos de la realidad.No estaban al tanto de lo que el autor tenía entre manos. En El tango de la Guardia Vieja encontramos todos los elementos de Reverteland. Y no sólo que sus dos protagonistas, Max y Mecha, tengan dentro de sí mismos todas las características de los personajes revertianos. También miradas y héroes cansados, actitudes y comportamientos ante la vida, la dignidad final, la asunción de las reglas, el iceberg, el Titanic, la biblioteca que arde, el refugio, la trinchera, el libro, la botella de Vranac junto a los amigos, etc
En El tango de la Guardia Vieja hay una apuesta, dos músicos. Un tango frente a un bolero. Troeye se enfrenta a Ravel por componer la melodía más bella del mundo. Troeye parte con ventaja. Junto a él, la mirada miel de Mecha, su mujer. Un matrimonio culto, refinado, elegante, joven, vistoso y admirado. La élite. Se embarcan hacia Buenos Aires. En el Cap Polonio trabaja Max, el bailarín profesional, el encandilador de mujeres, el rufián encantador, el seductor, el casanova, el embaucador, tramposo, pillo, ladrón, gigoló.
Pronto Max se fija en Mecha. Y saltan las chispas. Y entre una Honeybee y la siguiente ella se deja llevar, parece ser, por el tango de Max. Se dejan ver en la sala de palmeras, bailando, bajo la mirada escrutadora de Armando, que no pierde un momento y al que no le tiembla la voz ni un ápice cuando Mecha le confiesa que se está enamorando del rufián encantador.
Buenos Aires, arrabales, bajos fondos. Un viaje simbólico a lo más oscuro, de la ciudad, de la mente, del alma. Les acompaña una bailarina polaca y ya millones de lectores que, extasiados ante las varias escenas de sexo a varias bandas, asumen la turbiedad que hay en cada mujer.
Pasan los años y sin despedirse en tierra argentina, Mecha y Max vuelven a encontrarse en Niza. Por motivos distintos, ambos se ven enfrascados en una trama de espionaje. Redacción ágil. Conversaciones rápidas. Escenarios en tecnicolor. Vuelven a encontrarse. Y con ellos sigue expectante a su lado, la sombra de Max, su pasado y presente. Y ella, con su sombra, continua trazando en torno a él, ese baile silencioso pero agitado. Geometría y sexo.
Años después en Sorrento, ya sin sombra, Max, el hombre. Vuelve los ojos al pasado tratando de ver en ella el ayer: lo que fue él, ella.O ambos.
¿Qué fueron? ¿Se amaron? ¿Pudieron hacerlo? ¿Cómo se ven en los ojos del otro? ¿Acaso puede uno mirar el pasado con los ojos del presente?
La mujer que teje en torno al hombre una telaraña de rincones turbios, de ámbitos oscuros. Mecha teje en esta novela una telaraña de emociones, al servicio de un escritor inspirado que decide sembrar pequeños granos... en torno al lector, para que este vea crecer entre las líneas de la novela, un mundo burgués, unas pasiones mundanas, un preciosismo descriptivo, unas maneras "muy de antes", perfumes, cadencias, momentos, música, olores, fotografía, gestos, actitudes,... Y a la manera de Faulkner, la trama se entrelaza, los tiempos se solapan uno tras otro de un modo sutil, coherente, preciso y ordenado. Sin brusquedad. Con elegancia.
Un consejo, guarden sus emociones a buen recaudo antes de leer esta novela. Dice el autor que ha aprendido a reventar cajas fuertes. Guárdenlas a buen recaudo. Se le da bien. Lo de emocionarnos, digo. Lo hace con unas páginas finales ante las que es imposible cualquier tipo de guardia. Pocas últimas páginas han hecho humedecerse los ojos de una servidora. Solo dos. Uno es considerado una leyenda. El otro está camino de serlo. Pérez-Reverte despide el año del fin del mundo con la novela más crepuscular de entre todas las suyas. El racconto sutil de una decadencia. De la decadencia del héroe. Del hombre.
Tras esto, solo el genio sabe lo que nos aguarda en la próxima.
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